ACERCA DEL BÚHO

GRUPO CULTURAL EL BÚHO

Es un espacio sostenible dedicado al teatro donde los jóvenes del Colegio INEM (y de Bucaramanga) participan en el grupo de manera activa, a través de la expresión de sus opiniones, del desplazamiento del cuerpo y de la puesta en escena.

OBJETIVO GENERAL

Alejar a los jóvenes de las calles y las malas compañías para llevarlos hacia el arte, hacia una formación como seres cultos y pacíficos.

QUÉ QUEREMOS – VISIÓN

Un escenario sostenible de arte contemporáneo donde los jóvenes y los artistas se encuentren para el estudio de las estructuras sociales, académicas y artísticas, esto con el propósito de construir una cultura de paz gracias a la fuerza pedagógica del proceso creativo.

CÓMO LO HACEMOS – MISIÓN

El Grupo Cultural El Búho construye vínculos entre los artistas, los jóvenes y la comunidad educativa por medio de proyectos responsables, los cuales muestran el arte contemporáneo como una herramienta relevante para el fomento del desarrollo cultural comunitario. Esta es la misión que se impuso el grupo El Búho desde el 2008, propuesta liderada por el Maestro en artes escénicas y Licenciado en literatura Mauricio González Roballo, el arte como la manera única de formar una cultura de paz.


22 may 2008

RECORRIDO I: PARQUE SANTANDER

Laboratorio del Doctor Frank
Miradas









ACERCAMIENTOS

Laboratorio del Doctor Frank
Experimento N. 2
Entrevista

sub-bus
Entrevista en el carruaje del pueblo



La noche estaba cerca, yo espero pacientemente hacer una entrevista en medio del tráfico vehicular. Observo los buses y decido tomar uno, el conductor atiende a mi llamado. El bus frena.

Extiendo mi brazo: uno, dos, tres escalones.

Me aseguro de que no me falte plata para pagar, paso la registradora, ingreso. He repetido esto muchas veces, qué podría alterarlo. Siento la inercia del ambiente, aquí se reúnen personas de distintas proporciones, formas, tamaños, texturas, olores, en fin un sin igual “salpicón de sociedad”, hablan de yo no sé qué, tal vez de odio, de guerra, de Pasarella, etc.

Y dos pasos y me siento.

Esta vez no me fije a lado de quién, cosa que no sucede a menudo, son de esas mañas de simpre estar seguro de todo, pero no me importó, quizás de eso se trataba, de charlar con alguien que no conocía. Huelo un aire a humo, cierro mis ojos, imagino otras cosas, de nuevo los abro y ubico todo.

Adentro una señora que llevaba a su hijo en brazos dándole de comer, al lado de ella un hombre pasado de años tratando de imaginar qué pasaría si él fuera el niño de brazos, en otra de las sillas una mujer joven, que hace mala cara, mientras grita por celular, sigo mi inventario hasta que no alcanzo a mirar a otras personas. Es como un cáncer que va creciendo, todo ese ruido, ese humo, esos bípedos de piel liza que atestan este espacio reducido, por cumplir a un orden.


Ellos son claros, oscuros, gruesos, pequeños, rígidos. Comparten y hablan, aún sin tener nada que decir, eso hace imposible diferenciar uno del otro. Dele suave, que no lleva ganadoooo, grita un señor al sentir empujones, gracias al conductor y su afán. Afuera detenidos en el semáforo un tipo vendiendo, que ve las luces y acomoda su mochila.

No recordaba que iba en grupo y eso me exaltó, no sabía en dónde estaban, pero cerca al conductor veo a uno de mis compañeros, la tranquilidad volvía a mí. De repente, recorde que no había detallado con quién compartía el sillón forrado en cuerina de color verde con soporte metálico.

Miro de soslayo, una mujer, ¿Una mujer?

Es el más delicado bípedo dentro del bus, una mujer joven, de esas a las que todavía se les percibe un poco de infancia, de inocencia, de dinamismo. Llevaba su uniforme, sentada ahí con su morral en las piernas, de cabello castaño y ojos oscuros, su aroma era un tanto dulce y chocante, salía de estudiar e iba para la casa (eso creo). Pensé poco o el tiempo no era el suficiente, las palabras me asfixiaban, percibí el sudor en mis manos, no sabía cómo empezar, luego se me ocurrió como de golpe un…

¡¡¡Uccff Uccff Uccff!!! (Y sin más agarro su atención).

- Hola, con voz leve.
- Hola. Escuche su tono de voz, era como su loción, un poco de niña.
- ¿Cómo estás?
- Bien, gracias.
- ¿Cómo te llamas?
- Caro. Bla bla bla bla nada fuera de lo común, la conversación no salió de más de cien palabras y con el protocolo acostumbrado, nos envolvió la normalidad, ahora éramos de color gris y de caras largas, que escupían textos aprendidos y como luz resplandeciente lanzada al vacío. Inundamos el espacio con sonidos estridentes, despilfarrados, nos parecíamos a todos, ya hacíamos parte de “este” lugar, el frasco - era una idea recurrente en mi mente - la sensación de encierro que en estos días se había apartado regresaba ahora, sentía mi sudor. Sin embargo, retomamos la conversación.


- Ese uniforme es de…
- Goretti… voy a ir a los intercolegiados, nos podemos ver allá y te presento unas amigas… (ENCIERRO, una vez más). ¿Ahh???, eso fue lo que se me ocurrió en mi cabeza, que poco a poco se bloqueaba, el ambiente se hacia pesado, holía un humo, un humo molesto que sólo yo respiraba, habría una próxima cita y no lo tenía planeado, son de esas mañas de estar seguro de todo.

- Claro y podemos conocernos más. (Ya no quería hablar, debía parar esto, puesto que ya sin duda, me fastidiaba. Finalmente, pensaba que "Sí", eso creo, no siempre conozco gente en el bus, pero eso hacia más estúpido el asunto.

- Ja ja, pero seguro, me gustaría mucho ir… Era sólo una entrevista.

Con un gesto un tanto pícaro y seguro, hice la promesa de vernos de nuevo y sin tanta improvisación, como lo exigía la situación en donde estábamos, timbro, me bajo, salgo y estamos otra vez en grupo, hablando de yo no sé qué.

Bla bla bla...

Después de hablar con un desconocido terminaría con este capítulo, es sólo eso y nada más. Esto es lo que hacen los bípedos.

Miro el asfalto, doy pasos, pasos, pasos...

Roger Tobasuara




Ubicación: Parque Santander

Heladero de parque



Desde que llegué se percató de mi presencia y de forma rápida se dio cuenta que me fijé en su carrito de helados. El hombrecillo quiso creer que en él, quizá buscando la salida diaria y también clásica para romper su rutina. Hacer lo que hacen los heladeros de parque: hablar de política con los ancianos de las bancas o quejarse de la situación con señores barrigones que sacan provecho de la misma.

Por ello sin esperar demasiado se acercó y aún intimidado con palabras entre las muelas, una actitud de resignación y sin ninguna excusa, se sentó a mi lado mientras que, con una mirada perdida, dejaba escapar palabras pausadas e imperceptibles, unas palabras secas, inseguras, de indecisión. Daba la impresión de no tratar de entablar una conversación, sino más bien prepararse para contar la historia de su vida, como los viejos cuando cuentan sus memorias.

Era un hombre flaco, escuálido, de piel morena y plegada, más bien corto de estatura y con un pequeño bigote desordenado que reflejaba su aspecto de padre de familia, lo cual contrastaba con su ropa ancha y colorida, un poco bufónica. Sus ojos pequeños y acuosos, reflejaban timidez y prevención, casi lloraban solos, mientras su frente pequeña - al juntarse con estos y la piel café- daban un aspecto de natividad indígena.

“…por eso yo me quiero dedicar a eso” dijo en la última parte de su diálogo un poco más fuerte y audible, como para rematar la anterior pasividad de su monólogo.

“¿A vender Bon-ice?”, pregunté recordando la referencia a este producto en alguna parte de su diálogo.

“No. Al negocio de empanadas y avenas, eso sí da plata”, respondió tajante y con una fuerte seguridad, casi llenándose de orgullo, como divisando algún sueño lejano, pero nunca dejando su acento pausado. Quizás el problema era su vida, su monótona vida, su eterno empleo: el ser sólo un simple heladero.

“¿y con los helados no se gana bien?”

“nooo”

“¿cada cuanto les pagan?”

“quincenalmente, pero uno gana muy poquito”.

Había dejado su punto fijo, dado sutilmente media vuelta hacia mí y aún sin mirarme a los ojos, se quejó con resignación de su oficio, al cual aún no se acostumbraba.

Nueve años ha trabajado en lo mismo, rindiendo con su cuota fija, abonando el dinero que sobra de unos días a otros que hace falta, sobreviviendo con poco menos de un sueldo mínimo, seguramente manteniendo una familia con él, y soportando a diario los rayos de sol, que hoy se ven atrapados en su piel tostada. Y el cansancio, y la monotonía, y el tedio. Quizá con un puesto de empanadas todo cambiaría. O quizás no. Por lo menos los rayos del sol ya no serían un problema y un sueño se habría realizado.

“Lo bueno es que nos dan dotación”, dijo rompiendo un breve silencio, y después de un momento, interrumpió repentinamente su hasta ahora tímida quietud, para inclinarse ágil hacia su botín negro y buscar por debajo del pantalón una marquilla, la cual exhibió con gran satisfacción: “CREAM-HELADO” rezaba camuflada la inscripción en su zapato, al igual que en una colorida gorra y camisa, que de manera más vistosa, entre azules y rojos, delataban dicha dotación. Después, con un gesto, señaló estas también y se refirió con alegría a las muchas que tiene en casa. Algo bueno debía haber en su trabajo.

El silencio rondó nuevamente por unos instantes. Sus ojos lacrimosos y pequeños, escondidos entre las profundas cuencas, se fijaron nuevamente en su carrito de helados. Finalmente se levantó de la banca, sin ninguna excusa y titubeando en cada paso se retiró, no sin antes decir, a manera de sentencia y a lo mejor queriendo justificar la larga duración en su trabajo:

“es que uno es juicioso en esto, por eso dura”. Se detuvo para resaltar sus palabras, mientras levantaba ligeramente sus brazos.

”No como otros que llegan y a la semana ya los han echado”.

Una mujer joven se acercó y le compró un cono “ahorita hay promoción” por la compra de uno regalan otro -eso me había dicho-. Después de un momento de negociación, mientras me retiraba del sitio, se presentó una pequeña discusión por dinero, la cual concluía con un hombre que se alejaba mientras le decía al ‘juicioso’ heladero –que no dejaba de rezongar entre dientes su desgracia- :

“¡ya se le pagó y sigue alegando!”.

Jhon Castillo

ESPACIOS URBANOS

Laboratorio del Doctor Frank
Experimento N. 1: Momentos metafóricos

Ejercicio de descripción y lectura de los entornos.

Ubicación: Parque Santander.

El general


Su figura cae sobre el concreto que la gente pisa en su afán por llegar allí, allá o quién sabe dónde van con sus bolsos y sus carteras, simplemente pasan de largo, y él sólo observa no puede hacer más, ya hizo lo que debía y por eso lo ubicaron aquí, en el parque que lleva su apellido en honor a él, supongo.
El general Santander, que en otro tiempo lidero batallas, bañadas de gloria, hoy se encuentra mirando hacia donde ya no identifica su recuerdo, está petrificado para el olvido, en medio de un parque, orlado con una magnifica capa y el pergamino de las leyes que promulgo, rodeado de gente y de un vago aroma a café, en un espacio que no le pertenece, que no lo reconoce y en el que sólo le queda la mierda de las palomas, con el ocre que se le adhiere cada vez más a su figura.


Memoria gris

Se sienta sobre un borde de concreto, se encuentra cazando sus memorias, mira hacia a la nada o quizás a sus adentros, se concentra en lo que hace, busca ideas y las escribe en la libreta, la cual le obsequio el banco por ser uno de sus clientes, para él nada más existe, su alrededor no le perturba y sólo de vez en cuando deja que el viento juegue con sus cabellos grises, que acomoda de nuevo y continúa en su ejercicio, el tiempo se le pasa por enfrente, pero no se preocupa - cuando la vejes nos llega no sabemos qué hacer con ella-. De pronto, se detiene guarda su lapicero en el bolsillo derecho de su camisa de cuadros, cierra el cuaderno, se levanta y se va, a lo mejor mañana regresará a sentarse en la misma banca, del mismo parque, con la misma libreta y con la misma paciencia con la que pasa sus ideas al papel.
Sergio Calle
Farolitos


La verdad era que ella siempre había causado en mí una gran fijación. Bueno debería decir ellas, puesto que eran varias, todas contenían la misma expresión rígida en un rostro perfecto, de medidas proporcionadas y definidas. Sus ojos estaban vacíos, carecían de pupilas, de miradas, de expresión y eso le daba a uno la impresión de una eterna ceguera, de abismo. Sin embargo, seguían siendo hermosas, ellas llevaban el cabello recogido, tal vez desde hace muchos años, quién podría saberlo, un cabello inmovil que dejaba su cara en evidencia, a la intemperie.

Dibuje una de manera rápida, sentía que su imagen se perdía en el folclor del parque al que no pertenecía, era una pieza delicada, de otra estética, de alguna época olvidada, de un taller llamado “El cóndor”, aunque esto no le parecía importar a nadie, debido a que sus formas eran ignoradas por los habitantes de aquel parque.
Los limpiabotas miraban otros objetos, los cuales estaban más cerca del suelo. Los fotógrafos sólo observaban a través de esos aparatos negros que limitaba los ángulos, el paisaje. Los vagabundos, sólo dormían en un sueño profundo y lejano. Finalmente, los transeúntes que pasaban afanados y distraidos.
Pero ellas seguían ahí, unidas a los faros, estáticas, como musas aprisionadas, erguidas por una garra felina de un material duro, fuerte que resistía a los daños, era un diseño oscuro y misterioso, que le daba agresividad a su belleza clásica y delicada.

En un momento quise que hablaran, que se desprendieran de los faros y volvieran del lugar de donde salieron, que volvieran a su cuerpo, el que pudieron haber perdido en un instante, por olvido o por maldad de algún dios, pero nada. Ellas estaban allí y yo las miraba, terminé mi dibujo, recogí todo en mi bolso, miré una vez más el parque y ellas me seguían siendo extrañas.
Cata Silva


ES POSTE Y YA.


Es poste y ya.
No coordina con lo orgánico,
está ahí, sin tener amigos cerca.
Da luz y ya.
Mantiene con brillo,
pero con frío este parque-ciudad.
Tardo más en ser esculpida,
que en las aleatorias miradas que recibe.
Tiene errores y ya.
No tiene un foco, pero de testigo ha servido,
aunque se inmuta y no comprende su rededor orgánico,
aunque haya pasado mucho tiempo
no aprendió a hablar , pues es un poste ya.

Roger Tobasuara


Bigotes


Bigotes es un hombre impaciente, le gusta ayudar a la gente, es limpiabotas, de cabello negro oscuro, cejas pronunciadas, narizón y con un bigote que ocupa toda mi atención, sin embardo, veo arrugas sobre sus pómulos, como las de todos los padres que se esfuerzas por llevar el sustento a su familia, también unas manos acabadas y laboriosas, como si ya hubiese trabajado toda una eternidad.

Bigotes es noble ha dejado pasar uno de sus clientes, para permitir a otro de sus compañeros trabajas, pero el hombre de zapatos sucios lo prefiere a él y espera su turno, Bigotes embola zapatos sin parar.

La Palma



Permanece allí, quieta, tan solo se mueven algunas de sus hojas gracias al viento y en ocasiones, su tronco se inclina levemente. Es tan larga, que pudo ser uno de los primeros habitantes del parque, sobresale entre los demás árboles, que también están postrados en el lugar, deja ver sus años en el color opaco y desteñido de su tronco, como en sus hojas secas ubicadas en la cima.


































10 may 2008

TEATRO INVISIBLE I

TEATRO INVISIBLE


La idea de hacer este tipo de teatro en las calles de Bucaramanga tiene como fin hacer que los actores se enfrenten a situaciones reales y puedan improvisar acciones que den la impresión de realidad a los espectadores (transeúntes), que sin quererlo también hacen parte de la puesta en escena. Es una experiencia que enfrenta, cara a cara, diversas emociones humanas como el asombro, la alegría, la intriga de lo que está pasando en un espacio al aire libre, pero que se transforma en el mejor escenario para salir de la rutina diaria de una ciudad que, a marchas forzadas, se está expandiendo.
Ubicación: Centro de Bucaramanga - Parque Santander
Hora: 4 p.m.