ACERCA DEL BÚHO

GRUPO CULTURAL EL BÚHO

Es un espacio sostenible dedicado al teatro donde los jóvenes del Colegio INEM (y de Bucaramanga) participan en el grupo de manera activa, a través de la expresión de sus opiniones, del desplazamiento del cuerpo y de la puesta en escena.

OBJETIVO GENERAL

Alejar a los jóvenes de las calles y las malas compañías para llevarlos hacia el arte, hacia una formación como seres cultos y pacíficos.

QUÉ QUEREMOS – VISIÓN

Un escenario sostenible de arte contemporáneo donde los jóvenes y los artistas se encuentren para el estudio de las estructuras sociales, académicas y artísticas, esto con el propósito de construir una cultura de paz gracias a la fuerza pedagógica del proceso creativo.

CÓMO LO HACEMOS – MISIÓN

El Grupo Cultural El Búho construye vínculos entre los artistas, los jóvenes y la comunidad educativa por medio de proyectos responsables, los cuales muestran el arte contemporáneo como una herramienta relevante para el fomento del desarrollo cultural comunitario. Esta es la misión que se impuso el grupo El Búho desde el 2008, propuesta liderada por el Maestro en artes escénicas y Licenciado en literatura Mauricio González Roballo, el arte como la manera única de formar una cultura de paz.


10 jun 2008

CHIMENEAS AMBULANTES

Laboratorio del Dr. Framk
Experimento N. 3: CRÓNICA URBANA AFICIONADA
CHIMENEAS AMBULANTES

¿Qué sería de una ciudad sin buses?, realmente no me lo imaginaría, una ciudad sin esos motores rechinantes, sin esos sonidos de movimiento constante y cansado, sin esas chimeneas andantes que emanan un humo oscuro e intoxicante, algunas un poco desbaratas, pero sin duda, un signo de lo urbano. Son esos vehículos, quienes aportan un poco de caos a cualquier lugar, aunque ciertas personas aseguren que son las mejores sillas para pensar y para conocer, he pensado en ello y tengo que admitir que a veces es verdad, de pronto son los los colores del bus que actúan sobre uno, lo que nos hace meditar, esa mezcla entre un amarillo y verde que sobre otro artículo no combinaría bien o puede ser la tierna manera en que se adornan, usted me entiende, las papeletas de Bart o Calvin orinando, el “Jesús es amor”, las figuritas obscenas, el alias del bus, como “El rebelde”, “El renegado”, entre muchos otros.


Dentro del vehículo, en la parte del conductor todo está en su espacio y a sus anchas, las cortinas con un flequillo largo, que se recogen en golitas a lo largo del parabrisas y las ventadas, cubiertas todas por la negrura de la contaminación, que opaca sus alegres colores, la foto de un bebé dentro de una bolsa transparente que la protege colgada con un chinche, que de seguro es la hija o el hijo del profesional al volante tomada en una fecha especial: un día de las brujas, un cumpleaños, etc. Algunos tienen unas repisitas forradas en un papel brillante, donde suelen colocar un camión de juguete y en ocasiones varia por una imagen de la virgen del Carmen o del Divino Niño, aunque a veces se ponen todas juntas, esas imágenes religiosas nunca faltan, ya sean escapularios, papeletas de la virgen, del sagrado corazón o algún salmo que nos recuerde las palabras y la cara del bendito, como si eso nos salvara de algo monstruoso que nos quisiera tragar y despedazar.

El pequeño ventilador que jamás ha funcionado. Las placas de plástico que contienen los diferentes destinos, los recorridos del congestionado día, lugares que se pierden entre tantas idas y venidas, recuerdos distorcionados, borrosos, fugaces, sin rostros y absurdos. La gaseosa litro que ha estado debajo del asiento del conductor, durante semanas, esas gaseosas a medio tomar que calmaron la sed, después de un almuerzo o de una mañana calurosa, la cual ha sido comprada a alguno de los vendedores ambulantes, que en su mayoría son mujeres quemadas por estar a la intemperie, a quienes se les cuela el sol por la cachucha y les cae todo en la cara.


En la calle la gente agolpándose en las paradas de bus y en el bus la gente que mira a través del cristal, unos de pie, otros sentados, unos dormidos, otros pensativos. La radio con las canciones de moda y las que nos han acompañado toda la existencia, desde que éramos niños, cuando nuestras madres nos subían a estos artefactos y todo era grande y uno tan pequeño, ínfimo, agarrado de las faldas de estos seres protectores a la espera de una silla. Así llegan los primeros mareos, los encuentros con la ciudad, una ciudad sucia y tóxica, como también llegan las primeras siestas y de repente, el despertar "No te duermas que ya vamos a llegar."


Sin embargo, hay quienes están exentos del ruido por un par de audífonos, que reproducen todo un enigma para el compañero sentado a su lado, los que hablan por sus celulares, los estudiantes, los uniformes, las señoritas, los tacones, los vendedores que se suben con sus artículos y nos cuentan sus desoladoras historias, los músicos, las desentonas canciones, el ambiente asfixiante y el hacinamiento de las horas pico. En los semáforos los malabaristas que piden monedas y todos nosotros, sus espectadores, las extensiones de las chimeneas deambulantes.


Desde la ventana del bus me siento ajeno del mundo, observo todo, los conductores compitiendo con otros conductores, el afán del día, los pasos ahogados, los almacenes, los chupas, los semáforos, las motos y los otros carros. Me gusta tomar el bus en las noches, ver la Carrera 33 iluminada por la luces de neón y por los grandes avisos, sentir como toda la movilidad se va con el sol, ya no está, ver la soledad y el comercio dormido, observar como entre los bares surgen otros seres con ojos nocturnos, que buscan somnolientos sus espacios en la noche. Mis favoritos son los mariachis y los boleristas, arreglando sus instrumentos, con sus trajes que exhiben de manera orgullosa, cómodos en las esquinas. Las comidas rápidas que torturan con sus olores, sobre todo cuando uno no ha comida nada desde la mañana. Las discotecas que invitan a entrar, sin mostrar que sucede en su interior.


La mejor forma de tomar el bus es esperar en algún sitio en compañía de alguien, pero es mejor aún, cuando ese alguien se despide de ti con un beso, una sonrisa, un “que te vaya bien”, seguir viendo a la gente pasar, recordar los eventos agradables y miserables del día, subir al bus, buscar en dónde sentarse y junto a quién, tener paciencia, esperando que en tu casa todo este igual, eso cuando todo está bien, pero cuando la cosa está mal, tú esperas no llegar.





Cata Silva