Ejercicio de descripción y lectura de los entornos.
Ubicación: Parque Santander.
Su figura cae sobre el concreto que la gente pisa en su afán por llegar allí, allá o quién sabe dónde van con sus bolsos y sus carteras, simplemente pasan de largo, y él sólo observa no puede hacer más, ya hizo lo que debía y por eso lo ubicaron aquí, en el parque que lleva su apellido en honor a él, supongo.
El general Santander, que en otro tiempo lidero batallas, bañadas de gloria, hoy se encuentra mirando hacia donde ya no identifica su recuerdo, está petrificado para el olvido, en medio de un parque, orlado con una magnifica capa y el pergamino de las leyes que promulgo, rodeado de gente y de un vago aroma a café, en un espacio que no le pertenece, que no lo reconoce y en el que sólo le queda la mierda de las palomas, con el ocre que se le adhiere cada vez más a su figura.
Memoria gris
Se sienta sobre un borde de concreto, se encuentra cazando sus memorias, mira hacia a la nada o quizás a sus adentros, se concentra en lo que hace, busca ideas y las escribe en la libreta, la cual le obsequio el banco por ser uno de sus clientes, para él nada más existe, su alrededor no le perturba y sólo de vez en cuando deja que el viento juegue con sus cabellos grises, que acomoda de nuevo y continúa en su ejercicio, el tiempo se le pasa por enfrente, pero no se preocupa - cuando la vejes nos llega no sabemos qué hacer con ella-. De pronto, se detiene guarda su lapicero en el bolsillo derecho de su camisa de cuadros, cierra el cuaderno, se levanta y se va, a lo mejor mañana regresará a sentarse en la misma banca, del mismo parque, con la misma libreta y con la misma paciencia con la que pasa sus ideas al papel.
La verdad era que ella siempre había causado en mí una gran fijación. Bueno debería decir ellas, puesto que eran varias, todas contenían la misma expresión rígida en un rostro perfecto, de medidas proporcionadas y definidas. Sus ojos estaban vacíos, carecían de pupilas, de miradas, de expresión y eso le daba a uno la impresión de una eterna ceguera, de abismo. Sin embargo, seguían siendo hermosas, ellas llevaban el cabello recogido, tal vez desde hace muchos años, quién podría saberlo, un cabello inmovil que dejaba su cara en evidencia, a la intemperie.
Dibuje una de manera rápida, sentía que su imagen se perdía en el folclor del parque al que no pertenecía, era una pieza delicada, de otra estética, de alguna época olvidada, de un taller llamado “El cóndor”, aunque esto no le parecía importar a nadie, debido a que sus formas eran ignoradas por los habitantes de aquel parque.
En un momento quise que hablaran, que se desprendieran de los faros y volvieran del lugar de donde salieron, que volvieran a su cuerpo, el que pudieron haber perdido en un instante, por olvido o por maldad de algún dios, pero nada. Ellas estaban allí y yo las miraba, terminé mi dibujo, recogí todo en mi bolso, miré una vez más el parque y ellas me seguían siendo extrañas.
ES POSTE Y YA.
Roger Tobasuara
Bigotes es un hombre impaciente, le gusta ayudar a la gente, es limpiabotas, de cabello negro oscuro, cejas pronunciadas, narizón y con un bigote que ocupa toda mi atención, sin embardo, veo arrugas sobre sus pómulos, como las de todos los padres que se esfuerzas por llevar el sustento a su familia, también unas manos acabadas y laboriosas, como si ya hubiese trabajado toda una eternidad.
Bigotes es noble ha dejado pasar uno de sus clientes, para permitir a otro de sus compañeros trabajas, pero el hombre de zapatos sucios lo prefiere a él y espera su turno, Bigotes embola zapatos sin parar.
Permanece allí, quieta, tan solo se mueven algunas de sus hojas gracias al viento y en ocasiones, su tronco se inclina levemente. Es tan larga, que pudo ser uno de los primeros habitantes del parque, sobresale entre los demás árboles, que también están postrados en el lugar, deja ver sus años en el color opaco y desteñido de su tronco, como en sus hojas secas ubicadas en la cima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario